13 junio 2013

PERDON QUIZAS, OLVIDO JAMAS

La frase “YO PERDONO PERO NO OLVIDO” suele decirse cuando el daño hecho a quien lo dice es difícil de superar, ese hecho se llega a convertir en una marca difícil de quitar y causa de problemas a futuro entre los involucrados, yo mismo me manifesté en contra de este dicho cuando personas allegadas a mi padecían o padecen de rencor hacia ciertas circunstancias, que evidentemente no las dejan vivir en paz, en ese entonces decía que ese perdón no valía, pues no era de corazón y todas esas cosas, aclaro solo en las causas muy personales y entre dos o más involucrados, aquí sí, es mejor olvidar

No es que cambie de opinión ni que me contradiga, sin embargo creo que perdonar sin olvidar también es válido, y tan lo es que si olvidamos las causas que generan un conflicto, en un tiempo más a futuro, el conflicto se puede suscitar nuevamente, y así una y otra vez, si es bueno no olvidar para no repetir ese error y evitar que caigamos siempre en la misma dinámica.

Me viene a la mente en una circunstancia muy paralela ya vivida hace más de 7 años, casi lejos de toda actividad política y en un trabajo donde se vive en constante disciplina, donde las jerarquías se respetan y donde el individuo no es uno más si no parte esencial del colectivo, tan es así que el error de uno repercute a todos. Bueno pues en este bonito ambiente me desempeñaba, ya hacia algunos años, había aprendido las reglas y sabía perfectamente cuál era mi rol.

Aquí, como en toda actividad donde me he desarrollado, siempre he buscado ser yo y sobresalir, no por lambisconería, si no por llevar el cumplimiento de mis obligaciones como debe ser y nada más, de no hacerlo el ambiente de trabajo se vuelve tenso, pues así andaba yo sacándole provecho a todo lo aprendido, y en ese ambiente donde las sanciones se dan por cualquier cosa, logre sobrevivir al grado que cuando me retiro de ahí lo hago sin ninguna mala nota, al contrario.

Regresando al relato, procuraba tener mi lugar de trabajo limpio y en óptimas condiciones, recuerdo que lo único que no me gustaba era ese locker tan estrecho y compartido con otro compañero, mucho tiempo me pico el gusanito de cambiarlo por uno más amplio y mi gusto pues los uniformes se me arrugaban con facilidad, finalmente alguien dejo uno ahí todo descompuesto y con la anuencia de mi jefe superior lo rehabilite, lo pinte y quedo como nuevo, ya no sufriría por mi ropa como siempre y todo bien. Por ese entonces una nueva generación de esos que son jefes nada mas por decir, llego a la dirección donde estaba yo, y sin más uno de estos señores mando a través de otro de mis superiores que le entregara mi locker, a que se lo subiera a su dormitorio, hasta con eso. La verdad en ese entonces no comprendía a bien eso de las jerarquías, y con todo y mi pataleo, tuve que obedecer. Ese día supuse que mi papel era subordinarme, y darle, a ese señor que no se desgasto en nada, lo que a mí me costo, pero no, no di marcha atrás como en otros tiempos pudiera hacer, días después supe que en la basura habían varios lockers tirados, y sin pena alguna le pedí a mi jefe permiso para traer uno, lo rehabilité, lo deje mejor que el primero y no paso nada, es mas este señor meses después hasta me regalo algunas cosas y me dejo sus disculpas cuando se fue a otra dirección, como el muchos llegaron con la firme idea de hacerse respetar, por todos no solo por mí, y con su cargo, abusaban de quienes estábamos al final de la cadena, por el simple hecho de ser puestos sin más merito que tener un puesto sin haberlo ganado como muchos que venimos desde abajo.

¿Pero qué fue lo que sucedió en esa ocasión?, es muy simple, si bien me dolió que me aplicaran eso de “Por que aquí mando” no deje que ese hecho marcara mi vida, pase por alto esa situación, pero no olvide cual fue mi error, no me puse a llorar como niño, al contrario me puse a trabajar a demostrarme que podía mejorar, pues evidentemente la primera vez lo hice bien, y a pesar que otros compañeros y aquellos que jerárquicamente estaban por encima de mi me advirtieron que no demostrara ni me ofreciera para hacer cosas “por que luego te agarran de puerquito” hice lo contrario y así sobreviví, hasta me podía dar el lujo de tener a otros superiores de chalanes, aunque ellos preferían dar a entender que me supervisaban, por eso entendí que no era solo un titulo, si no mi propio trabajo lo que saco adelante.

Otra de las frases que escuche ahí fue esa de “AQUÍ NO HACE FALTA EL QUE SE VA, NI SOBRA EL QUE SE QUEDA” la decían cuando alguien se creía indispensable, cuando no había respeto hacia la institución, cuando empezaban las murmuraciones y cuando simplemente alguien se daba su taco para hacer lo ordenado, con esa idea entendí que todos valemos igual aunque no lo crean, que el triunfo es todos así como el fracaso, sin protagonismos, aquí no había quien desde un escritorio intentara dirigir un encargo, todos le entrabamos al trabajo, cada quien según su conocimiento, por eso a veces cuando uno de esos jefes se irritaba nos llegaba a decir: “la puerta está muy ancha, el que guste…” claro todo eso era aprendizaje, a lo salvaje, pero aprendizaje, por eso cuando me aplicaron su jerarquía, no me aferre, al contrario, cambie la dinámica e hice lo que nunca debemos dejar de hacer, seguir de pie y trabajar, al final todo me fue mejor, mis compañeros y superiores me respetaron, y tan es así que cuando tuve que abandonar ese empleo (como en anteriores, en buenos términos y al finalizar mi encomienda) el jefe de la unidad me pregunto si estaba seguro de mi decisión, no me dijo esa frase que a la mayoría le decían (no hace falta el que se va…)me estrecho su mano y así concluí un ciclo más que dejo muchas enseñanzas.

Quizás hoy ante el paralelismo del que hablaba al principio, y con este relato, entiendo que es válido no olvidar, quizás perdonar una mala acción hasta de aquellos que se dicen amigos, pero eso si, para no repetir la misma tarugada: olvido jamás.